Esplendor y ruina de la España Imperial
Francisco Padilla:
La rendición de Granada, 1882
Palacio del Senado, Madrid
Philippe-Jacques de Loutherbourg:
Derrota de la armada invencible, 1796
National Maritime Museum, Greenwich
Vate, fama veloz, las prestas alas
rompe del norte las cerradas nieblas;
aligera los pies, llega y destruye
el confusso rrumor de nueuas malas,
y con tu luz desparçe las tinieblas
del credito español, que de ti huye;
esta preñez concluye
en vn parto dichosso, que nos muestre
vn fin alegre de la illustre empressa,
cuyo fin nos suspende, alibia y pessa,
ya en contienda naual, ya en la terrestre,
hasta que, con tus ojos y tus lenguas
diziendo agenas menguas,
de los hijos de España el valor cantes,
con que admires al cielo,
al suelo espantes[...].
​
Miguel de Cervantes

—¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería,
el día que tú naciste grandes señales había!
Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que diría:
—Yo te lo diré, señor, aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho mi madre me lo decía
que mentira no dijese, que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey, que la verdad te diría.
—Yo te agradezco, Abenámar, aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos? ¡Altos son y relucían!
—El Alhambra era, señor, y la otra la mezquita,
los otros los Alixares, labrados a maravilla.
El moro que los labraba cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra, otras tantas se perdía.
El otro es Generalife, huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan, bien oiréis lo que decía:
—Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría;
daréte en arras y dote a Córdoba y a Sevilla.
—Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene muy grande bien me quería.
​
Anónimo
.
Tras descubrir América en 1492, España colonizó territorio en América. Todos esos territorios se unieron a la Corona de Castilla y más tarde a la Corona española.A finales del siglo XVIII, esta fue la época de mayor esplendor. Fue el primer imperio de alcance mundial, abarcaba grandes extensiones que no se comunicaban por tierra. Pero tras la derrota de Rocroi contra Francia , comenzó el declive del Imperio Español.

Diego Velázquez:
La rendición de Breda, 1635
Museo del Prado, Madrid
En aquel momento, los Países Bajos estaban en plena Guerra de los ochenta años, en la que luchaban por independizarse de España. En 1590, la ciudad de Breda fue tomada por los holandeses, lo que provocó que su gobernador, Justino de Nassau, entregara las llaves de la ciudad al general vencedor, Ambrosio de Spínola. Pero Velázquez no representa una rendición normal sino que Spínola levanta al vencido para evitar su humillación; así, el centro de la composición es la llave y los dos generales. Las tropas españolas aparecen a la derecha, tras el caballo, representadas como hombres experimentados, con sus picas ascendentes que consideradas lanzas por error dan título al cuadro. A la izquierda se sitúan los holandeses, hombres jóvenes e inexpertos, cuyo grupo cierra el otro caballo.
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Contexto histórico

Diego Velázquez:
El Conde Duque de Olivares a caballo, 1636
Museo del Prado, Madrid
(...)Señor Excelentísimo, mi llanto
ya no consiente márgenes ni orillas:
inundación será la de mi canto.
Ya sumergirse miro mis mejillas,
la vista por dos urnas derramada
sobre las aras de las dos Castillas.
Yace aquella virtud desaliñada,
que fue, si rica menos, más temida,
en vanidad y en sueño sepultada.
Y aquella libertad esclarecida,
que en donde supo hallar honrada muerte,
nunca quiso tener más larga vida.
Y pródiga de l′alma, nación fuerte,
contaba, por afrentas de los años,
envejecer en brazos de la suerte.
​
Del tiempo el ocio torpe, y los engaños
del paso de las horas y del día,
reputaban los nuestros por extraños.
Nadie contaba cuánta edad vivía,
sino de qué manera: ni aun un′hora
lograba sin afán su valentía.
​
La robusta virtud era señora,
y sola dominaba al pueblo rudo;
edad, si mal hablada, vencedora.
El temor de la mano daba escudo
al corazón, que, en ella confiado,
todas las armas despreció desnudo.
Multiplicó en escuadras un soldado
su honor precioso, su ánimo valiente,
de sola honesta obligación armado. (...)
​
Francisco de Quevedo